Todos los días, debemos tomar decisiones cuyos resultados desconocemos. La racionalidad muchas veces significa renunciar a un placer inmediato para obtener una recompensa más grande a largo plazo. Sin embargo, muchas personas actúan de manera perjudicial con el fin de obtener una recompensa inmediata, poniendo en riesgo su bienestar general. Por ejemplo, cuando elegimos comida chatarra sobre una dieta saludable.
Sorprendentemente, un nuevo estudio revela que las personas hambrientas tienden a tomar mejores decisiones. Se demostró mediante la prueba psicológica IGT (Iowa Gambling Task) desarrollada por la Universidad de Iowa, en la que se gana o pierde dinero al levantar una de cuatro cartas virtuales, que los participantes instruidos a no comer previo al experimento obtenían mejores resultados como consecuencia de una buena toma de decisiones.
Los investigadores explican que es posible que las emociones viscerales, particularmente el hambre y el apetito, no necesariamente estén asociadas a un comportamiento más impulsivo, sino que incitan a las personas a confiar más en su instinto, lo que beneficia a las decisiones complejas con resultados inciertos. Otra teoría sugiere que las emociones viscerales incrementan la impulsividad, pero que ésta no necesariamente es mala al tomar ciertas decisiones.
Los resultados han sido publicados en la revista especializada PLOS ONE.
El hambre ayuda a tomar mejores decisiones.
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