¿Has notado que después de unos días dentro del refrigerador los tomates pierden sabor y adoptan una textura pastosa? Científicos franceses del Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA, por sus siglas en francés) explican por qué refrigerar lo tomates no es una buena idea.
Por el contrario, cuando se guarda dentro del refrigerador o a una temperatura de 3 grados centígrados, no sólo dejan de producirse los volátiles, sino que los niveles existentes empiezan a disminuir. El característico sabor “fresco” del tomate se pierde.
Debido a que el tomate es una fruta sensible (sí, es fruta debido a que contiene semillas), no necesita estar expuesto a temperaturas gélidas para estropearse; cualquier cosa por debajo de los 50 grados puede provocar daños por frío, como ablandamiento, zonas acuosas y podredumbre.
Lo ideal es almacenar los tomates a temperatura ambiente, pero si se insiste en refrigerarlos, existe una manera de minimizar el daño. Curiosamente los efectos del frío son, hasta cierto punto, reversibles. Los investigadores descubrieron que, aunque nunca regresaban a sus niveles originales, los tomates recobraban un poco de sus volatiles tras pasar 24 horas a temperatura ambiente, aún después de 6 días en refrigerio. Es recomendable sacarlos del refrigerador un día antes de consumirlos.
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