A los 15 años de edad, Litir Olivera comenzó a cortar el césped en jardines de la ciudad de Fray Bentos, Uruguay. Buscaba hacerse de unos pesos para comprar pinturas, hojas y lápices que le demandaba primero el hobby de pintor y después el de dibujante.
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Por si fuera poco, en la Intendencia de Río Negro, trabajó como jornalero en el vivero municipal y, cada vez que le firman contratos mensuales, incurre en labores de política social, acercándose a talleres para niños y jóvenes, en donde difunde sus conocimientos de dibujo, los del autodidacta y los adquiridos gracias a becas que lo contactaron con artistas plásticos de la talla de Oscar Larroca o Carlos Musso.
En el mundo del arte, Litir ha realizado obras de 1 metro por 70 y hasta del tamaño de una foto carné, “para probar la motricidad fina y el pulso”.
Junto al empleo de los lápices grafito graduados, (del 6 H hasta el 6 B), que permiten lograr una gran gama de grises, el artista recurre a los lápices policromos “que generan un gris con un poquito más de color; al compararlos con los grafitos no dan el brillo metálico, molesto, de estos, sobre todo en los trazos más blandos”.
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Además de los retratos individuales hay un área de la creación de Litir Olivera que supera la reproducción de rostros. Combina éstos y los superpone con objetos, en collages muy personales.

El jardinero que realiza impresionantes dibujos, pero no deja de cortar pasto.
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